domingo, 15 de junio de 2008

Días que hay en mí

Algunos días me siento
como un domingo
y da igual que estemos a lunes, martes
o jueves:
me siento como un domingo
y atardezco
más despacio que nunca
y alongo mis horas sobre una baranda
desde la que busco con la vista y el olfato
un sol frío de enero,
una lluvia de abril
o una piscina recién abierta en junio
o a punto de cerrar en septiembre.
Libre y apresado,
lagartija coja,
recorro una inmensa grieta,
y da igual que sea miércoles o sábado,
porque yo soy aproximadamente
un vermú a mediodía
y una sobremesa adormecida
y un examen por estudiar
y una llamada perdida
y una esquela inesperada
y una vida por delante.
Por el contrario,
algunos domingos no sé quién soy
y ni siquiera
me siento.
Entonces, simplemente,
me dejo llevar.
Y durante unas horas,
todo parece más fácil.